En Járiga la imaginación es cierta. Tan cierta como las piedras parlantes y el muerto errante en la mañana.
20 de noviembre de 2010
Los bosques de Phéser (I)
En Járiga los fantasmas no son agresivos, no quieren hacerle daño a nadie. Sólo transmiten su miedo y, como un virus, tienen una gran capacidad de contagio.
Los fantasmas tienen miedo de sí mismos. Tienen miedo de lo que pueden llegar a ser y a sentir, por eso no son personas concretas; una sábana tejida con los sentimientos del miedo les cubre su verdadero ser.
La historia de Bohemundo se torció tiempo atrás, cuando se dirigía hacia Entremundos con la única compañía de su voz interior. Se extravió en los bosques de Phéser y allí perdió la memoria, jamás se atrevió a volver para recuperarla. Fuera lo que fuera lo que le hubiese ocurrido, Bohemundo cambió. Se convirtió en un fantasma, un Mamu, un ser cubierto. Yo iba en su búsqueda, así me lo había pedido la Niña-Reina.
Me paré en la misma puerta.
Marfil sobre madera, dos dados. Ocho negro y as: la suma de las letras de su nombre. Soy el croupier designado para controlar este juego. Yo reparto. Bohemundo juega sin saberlo. Hoy es el día en que el azar danzará con él su extraño baile, aquí, en la taberna de La Curia.
Entré.
Uno de los silencios se acostó sobre el suelo como un faquir, ni siquiera hizo el amago de gritar cuando le pasé por encima. Me detuve.
Había más silencios en el local. Otro de ellos, el más intacto y antiguo, se encontraba en cada una de las anónimas piedras que enlazadas formaban el acogedor recinto de la taberna. Allí la vida jugaba a diario con el azaroso destino de los clientes; y el de la piedra era un silencio indescifrable e impregnado de tiempo, un testigo mudo, sordo y ciego que, sin embargo, conocía muchos secretos. Me aislé del bullicio y lo escuché.
Miré en rededor. Vidrio y roble, roca y licor, piel y monedas.
Tras el grueso cristal de la base de una jarra, casi vacía de cerveza, reconocí su rostro. Bohemundo, borracho como un barco sin tripulación, mirada a la deriva, ropa desconchada y palabras inundadas por golpes de océano. Bohemundo “El Necio”, así le llaman.
Dejé vacío el espacio que ocupaba para habitar y abandonar una hilera de espacios consecutivos hasta que llegué a él.
- Me llamo Jonás, soy la cresta de una ola. ¡Te vienes conmigo!.
Antes de que la jarra vacía de Bohemundo dibujara un mapa estelar sobre el suelo de La Curia habíamos desaparecido. Utilicé la magia de la empatía con las cosas que me enseñó Praix. Me puse en el lugar del viento y arrastré conmigo a Bohemundo hasta los bosques de Phéser, el lugar donde los lagos murmuran y los árboles tienen corazón.
Había mucho que hacer, mucho que enlazar, poco tiempo y un compañero nada dispuesto a colaborar en su propia causa. Una amarga canción halló cobijo en mi sistema de comunicación interna, tenía el sabor de las verdes endrinas en los arbustos de la intuición. Miré a Bohemundo con rabia.
Las órdenes de la Niña-Reina, La Tejedora, eran claras como agua de lluvia. O conseguía que dejara de ser un Mamu o era preferible invitarle a la última hoguera. Bohemundo fue mi primer maestro en el arte de enlazar. Antes de que llegara a convertirse en un ser cubierto era un hombre serio y taimado. Llegamos a ser grandes amigos, aunque él siempre supo mantener las distancias cuando ejercía su labor docente. Le debía mucho a Bochán, así solía llamarlo, y me comía las entrañas tener delante de mí a este despojo inservible que ya ni siquiera quería recordarme. Me puse manos a la obra. Había mucho que hacer, mucho que enlazar y poco tiempo.
Enviar por correo electrónicoEscribe un blogCompartir en XCompartir con FacebookCompartir en Pinterest
Publicado por
Rove Rivera
el
20.11.10
Etiquetas:
Bohemundo,
Jonás,
Los bosques de Phéser
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Me has hecho llorar. Que bonito lugar los bosques de Phéser, siempre y cuando no te pierdas en él. Me gusta Entremundos. Hay una frase que hace tiempo me vino y que me has vuelto a recordar: "El miedo de la sombra anida en la tristeza".
ResponderEliminarDeseo que pase esta semana pronto para leer más de este mundo mágico donde la empatía, entre otras cosas, existe.
Mil abrazos tesoro
"Uno de los silencios se acostó sobre el suelo como un faquir"
ResponderEliminarAy niño los silencios. Duelen como los pinchos del colchón de un faquir,pero siguen siendo silencios.
Me gusta ese bosque, la taberna y la piedra esa tan sabia. Bohemundo me da a mí que va a ser un profesor recuperado para todosl A ver, hoy me dejas intrigada y ese personaje "Bochán", mi Mariquilla lo va a ver de una manera especial, verás como algo te dice.
Quedo en espera de más y mientras tanto, te dejo...
Besicos muchos.
Amasaría este texto (de echo llevo haciéndolo desde que lo leí la primera vez), lo pondría en una mesa con brasero (calentica), encendería una vela y me lo comería despacio, saboreándolo (de echo, también lo he hecho, aunque no te lo cuente)...
ResponderEliminarCada frase que leo y releo hace que me revuelque, que las tripas se me líen entre el alma que tengo ahí para luego desliarse o re-liarse ...aún no lo sé seguro.
Ahora no leo, no tengo ganas o tiempo o ¡yo qué sé!, ya sabes, los ciclos de lectura (no sé si sólo me pasa a mi)porque no encuentro al autor o autora que haga que tenga ganas de bebérmelo; eso si... creo que voy a imprimir todo este mundo y me voy a fabricar un libro, para poder tocarlo y así... haber encontrado de nuevo,las ganas de leer.
¡más gracias! remanía voy a dejar la palabra, pero... no encuentro otra (por ahora).
"Los fantasmas tienen miedo de sí mismos. Tienen miedo de lo que pueden llegar a ser y a sentir, por eso no son personas concretas"
¡Ouuuuu Yeaaaaaaah!