En Járiga la imaginación es cierta. Tan cierta como las piedras parlantes y el muerto errante en la mañana.
21 de octubre de 2011
Sena
Con un largo y cómodo vestido amarillo salió Sena por la gran puerta de la ciudad amurallada. La niña eterna ⎯así la llamaban⎯ se paró en seco en mitad del camino y contempló el movimiento vertiginoso que causaban los negocios dispares y alocados citados a la entrada de Járiga, miró en rededor hasta que sus aniñadas pupilas quedaron prendidas en el único ser que no participaba del mercadeo. Se dirigió hacia él decidida cual guepardo hambriento.
Ventura se quejaba en silencio aún del dolor mientras secaba con el dorso de una mano las lágrimas insurgentes y, con la otra, palpaba el tobillo en busca de sangre arcillada al contacto con el basto tejido de los calcetines. Alzó la mirada lo justo para contemplar el mundo que a su alrededor se movía y vio a una niña con un elegante vestido amarillo acercarse hacia donde él estaba. No parecía que el tobillo hubiera sangrado. Sería una niña pero, a Ventura, le daba toda la impresión de que venía a cobrarse algo, al menos ese era el lenguaje de sus decididos pasos. Y él no recordaba deberle dinero a ninguna niña y tampoco a ningún padre de ninguna niña, ni a nadie. La sensación era tan incómoda... Ventura notaba las pupilas de aquella niña enfocándole como objetivo y a ella misma como proyectil, jamás se sintió diana tan cierta.
Las personas eran hitos quietos en una carretera al veloz paso de Sena. Como si su caminar fuera lava volcánica no había nada que la entorpeciera. Sin siquiera un jadeo llegó.
⎯Ni te muevas, no sigas buscando explicaciones, han sido los Mamus. No tienes heridas, tranquilo. Sígueme. - Dijo Sena a Ventura como un adverbio sin tiempo.
⎯ No es que me guste mucho la idea de seguir a una niña desconocida, y no pienso hacerlo, pero aunque por remoto deseo así lo quisiera, no puedo hacerlo con este horrible dolor.
⎯¡Oh, ese horrible dolor! ⎯ Exclamó Sena, elevando después con sana malicia ambas comisuras. ⎯ Y no soy una niña, que te quede claro.
Sena se clavó de rodillas frente a Ventura, sin apartarle la mirada y con gesto de seda acercó sus manos como un bebedero invertido hacia el tobillo dolorido, despacio, muy despacio.
Todo el dolor de su tobillo desapareció como un tiempo pasado. Ventura agarró la mano se Sena.
Aire, espacio vacío. Ninguno de los dos seguía allí.
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Publicado por
Rove Rivera
el
21.10.11
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¡¡¡guau...Sena, la niña-noniña sanadora!!! ¡qué curiosidad! ya me ha gustado este personaje, intuyo que Ventura ha estado en el lugar adecuado; al fin y al cabo, era el único que llamaba la atención entre el caos.
ResponderEliminar¡Gracias Rove! buen comienzo de Sábado...muy bueno.
Un beso achuchao
Oh, María que alegría de tenerte por acá, espiando a la niña eterna y al hombre que quiere vencer su tedio...
ResponderEliminar¡Un abrazo con ruido de botellas descorchándose!