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Sigo aún en el aire desde que salté.
El mundo es un cúmulo de constelaciones urbanas, de estrellas artificiales imitando al universo. Intocable materia brillante y sólo visible, eso es lo que contemplo desde aquí, desde lo alto. He debido de caer hacia arriba o, quizá, haya muerto ya y todo esto no sea más que una visión de mi alma errante, ¿o será mi alma errada? No sé. Se me ocurre, ahora, que entre la infinidad de números posibles podría elegir al azar uno muy alto, por ejemplo el ciento cincuenta mil trescientos tres. Pues bien, la ley de la gravedad no llega a 10 y es imposible (era) de vencer humanamente sin medios mecánicos. Flotar en el aire como un pez con alas es estar en el sistema respiratorio del mundo. Si no soy Dios, soy su antagonista; aunque me siento ambos a la vez. Lo único que me apetece es gritar hasta que mi voz inunde el mundo por completo, que mi voz sea el diluvio, el verdadero diluvio. Mi grito, roto como un cristal, deshaciéndose en gotas de sonido que resbalan sobre pieles desconocidas, mojándolas con mi liberación hasta ahogarlas presas de mi rabia inagotable. Gritar: ¡Soy yo quien está lloviendo!
Pero lo sé, lo más seguro es que el concepto del Yo no tenga sentido si no tengo cuerpo, y creo que éste yace destrozado como un asteroide sobre la calzada. Hago memoria, retrocedo mentalmente hasta un poquito antes de saltar, me veo en el salón de casa, parado frente al balcón. Mi pecho se eleva en una respiración poderosa y echo a correr, salto, un salto vigoroso, olímpico, como jamás creo haber dado, veo el asfalto de la calle y cierro los ojos. Por eso no sé si he caído, no debería haber cerrado los ojos. La próxima vez lo tendré presente: Si vas a quitarte la vida, estate atento a lo que haces.
Ay Robe, eres increible con las letras...
ResponderEliminar"Soy yo quién está lloviendo!, me gusta mucho.
Besicos muchos.
Una lluvia de gracias, Nani!
EliminarSuena triste. A ruidos internos, al latido y aveces ensordecedor latido propio. A horas de soledad frente a los espejos del alma, proyectando palabras contra un monitor de 19 pulgadas.
ResponderEliminarSuena a sueño, suena a necesidad. Querer fundirse en el cielo y sentir la metamorfosis hombre-pájaro. Es tan reconocible, ¿a quién no le ha pasado?. Y a la vez es tan personal, tan propio.
Hablas de gritos y cristales rotos, de liberación...
Y de lluvia en el alma.
Yo tambien sentí la necesidad de esos gritos, y tambien me empapé de esa misma lluvia. Y lloví tanto, que casi me ahogo.
Cualquier día decidiras abrir nuevamente la ventana. Y tienes razón, tienes que estar atento, pero no a tus ruidos ni a tu lluvia. Estate atento al ruido de la vida, y entonces si, lánzate a ella. Sin miedo, amigo. La vida tiene los brazos fuertes.
Eso haré, abriré la ventana y estaré atento al salto, porque llevas razón, cada vez que salte a la vida lo haré sin cerrar los ojos. Y más ahora que me has chivado que tiene los brazos fuertes. Gracias Josu.
EliminarP.D. El monitor es de 21,5 pulgadas :)
Grita, grita alto y profundo, que el grito nazca en tus entrañas y salga por tu garganta liberando, transformándote en lluvia, convirtiéndote en Dios y en su antagonista, lanzándote al vacio de la vida. Todo está en el vacío y el vacío está en todo. Precioso relato lleno de fuerza. Me encanta.
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